
Camino, afirmándome por la reja cuando miro el reloj, 5:34. A tientas busco las llaves de mi casa, deben de estar en alguno de mis bolsillos, o se habrán ido entre tus ropas tiempo atrás, no, acá están, abro, con cuidado, guiando la llave con mis dedos mientras el celular cumple función de linterna. Ahora me enfrento a la puerta principal, con sus dos chapas, y yo sosteniendo con suerte aquel manojo de llaves, entre las cuales con algo de suerte diferencio entre las de tu casa y la mía.
Por un instante recuerdo esos días en que llegaba a tu casa, sobrio, contigo a mi lado, guardando su debido silencio para no despertar a tus padres, recuerdo caminar por ese pasillo eterno, llegar al fondo, a tu pieza, ocultarme por un rato mientras tu madre recién salida de la cama llegaba a ver como estabas, recuerdo esas veces en que despertaba más conversadora que de costumbre y en vez de estar soportando el frio del suelo por 5 minutos me quedaba en silencio durante 30 minutos, minutos en los cuales mi adrenalina fluía por doquier, minutos en los que a veces la espera era tan eterna que cuando tu madre se marchaba tenias que despertarme con un beso, recuerdos, recuerdos; y heme aquí, tratando de entrar, solo y ebrio a mi casa.
Ya cuando logro entrar, trato de encender alguna luz, pero demonios, aun no me acostumbro a esta casa, choco contra todo lo que no debía chocar, tiro todo lo que no debía tirar, me enojo por todo lo que no me debía enojar, luego al final encuentro el interruptor, enciendo la luz y saludo, no se a quien, nadie me espera, así es mi vida, solo, quizás por cuánto tiempo más.
Llego a mi cama y me lanzo al vacio, son solo decimas de segundos cayendo, pero para mí es casi un año de recuerdos, recuerdos, pasan por mi vista todas esas veces que me lance sobre ti, jugando al gato y al ratón y viceversa, recuerdos de esas veces que compartíamos algo más que la cama, y nuestros sueños se fusionaban durante la noche, trato de abrazar a alguien pero no encuentro más que una almohada manchada por mi saliva que cae al dormir y soñar contigo, tus amigas siempre dijeron que era un baboso y tal vez estaban en lo cierto.
Empiezo a desvestirme, no muy sutilmente, me saco todo junto, chaqueta, camisa y camiseta salen totalmente arrugadas y pasadas a humo, no como antes en que desvestirnos era un ritual que compartíamos juntos, donde cada ropa que nos sacábamos era como si estuviéramos retirando los pétalos de una flor. Al final termino de sacarme mis pantalones y mi celular, el cual no recuerdo en qué momento volví a guardar cae y se enciende la pantalla, y como si yo no lo supiera vuelvo a ver la foto en la que salimos abrazados, una que tomamos en nuestras vacaciones. Y cuando la veo, algo recorre mi espalda, me siento mejor, es como si la maldita borrachera hubiese sido exorcizada de mi cuerpo, me agacho, tomo mi celular, comienzo a escribirte un mensaje, y aunque me siento sobrio, no sé muy bien lo que escribo, solo me dejo llevar, escribiendo los recuerdos que tengo de ti a las 5 de la mañana… Y cualquier cosa que haya escrito, te aseguro que no me arrepentiré.
Por un instante recuerdo esos días en que llegaba a tu casa, sobrio, contigo a mi lado, guardando su debido silencio para no despertar a tus padres, recuerdo caminar por ese pasillo eterno, llegar al fondo, a tu pieza, ocultarme por un rato mientras tu madre recién salida de la cama llegaba a ver como estabas, recuerdo esas veces en que despertaba más conversadora que de costumbre y en vez de estar soportando el frio del suelo por 5 minutos me quedaba en silencio durante 30 minutos, minutos en los cuales mi adrenalina fluía por doquier, minutos en los que a veces la espera era tan eterna que cuando tu madre se marchaba tenias que despertarme con un beso, recuerdos, recuerdos; y heme aquí, tratando de entrar, solo y ebrio a mi casa.
Ya cuando logro entrar, trato de encender alguna luz, pero demonios, aun no me acostumbro a esta casa, choco contra todo lo que no debía chocar, tiro todo lo que no debía tirar, me enojo por todo lo que no me debía enojar, luego al final encuentro el interruptor, enciendo la luz y saludo, no se a quien, nadie me espera, así es mi vida, solo, quizás por cuánto tiempo más.
Llego a mi cama y me lanzo al vacio, son solo decimas de segundos cayendo, pero para mí es casi un año de recuerdos, recuerdos, pasan por mi vista todas esas veces que me lance sobre ti, jugando al gato y al ratón y viceversa, recuerdos de esas veces que compartíamos algo más que la cama, y nuestros sueños se fusionaban durante la noche, trato de abrazar a alguien pero no encuentro más que una almohada manchada por mi saliva que cae al dormir y soñar contigo, tus amigas siempre dijeron que era un baboso y tal vez estaban en lo cierto.
Empiezo a desvestirme, no muy sutilmente, me saco todo junto, chaqueta, camisa y camiseta salen totalmente arrugadas y pasadas a humo, no como antes en que desvestirnos era un ritual que compartíamos juntos, donde cada ropa que nos sacábamos era como si estuviéramos retirando los pétalos de una flor. Al final termino de sacarme mis pantalones y mi celular, el cual no recuerdo en qué momento volví a guardar cae y se enciende la pantalla, y como si yo no lo supiera vuelvo a ver la foto en la que salimos abrazados, una que tomamos en nuestras vacaciones. Y cuando la veo, algo recorre mi espalda, me siento mejor, es como si la maldita borrachera hubiese sido exorcizada de mi cuerpo, me agacho, tomo mi celular, comienzo a escribirte un mensaje, y aunque me siento sobrio, no sé muy bien lo que escribo, solo me dejo llevar, escribiendo los recuerdos que tengo de ti a las 5 de la mañana… Y cualquier cosa que haya escrito, te aseguro que no me arrepentiré.
IN-CRE-IBLE.
ResponderEliminarMe encantó. =)