viernes, 9 de abril de 2010

Desaparecido...

La próxima vez que te vea, diré te amo, me da lo mismo si me mandas a la cresta, si me respondes que tu igual a mí, si me pides un tiempo para pensarlo, todo me da exactamente lo mismo, lo único que me importa es decirte que te amo. Fue lo primero que pensó cuando despertó aquel día, llevaba casi un mes con la idea rondándole la cabeza, pero, demonios, nunca nada le resultaba, era un verdadero perdedor, tal vez era culpa suya o eras los malditos astros o el destino estaba escrito, y el papel que le correspondía dentro de la amalgamada realidad era el de perdedor.
Pero, lo que hay que reconocerle es que era el hijo de perra más tenaz que existía, lo que no era mucho si lo comparábamos con su poca resistencia al amor y la poco o casi nula perspicacia que tenia. En fin, ese día eligió su mejor tenida, como nunca se baño fuera de plazo, se peino como nunca antes, sin usar esos estúpidos gorros andinos que lo hacían parecer una mezcla extraña entre un peruano y un estúpido turista europeo, y no lo dijo en el sentido de ropa-raza, sino más bien al revés.
Tengo que encontrarla rápido, o me ganaran, sé que tengo más de un rival, y como en la guerra y en el amor todo se vale, tendré que ser mejor que ellos. Su cabeza daba vueltas y vueltas, pensando en todos los posibles escenarios que, según su escasa capacidad intelectual, porque queramos o no, no era un genio; podían pasar. Mas como siempre suele ocurrir en estos casos, y mucho más si se trataba de él, no podía llegar más tarde, era y él lo sentía así, como si todo el maldito mundo estuviera en su contra, ya fueran semáforos, perros, carabineros, abuelitas que cruzaban despacio, niños que se atravesaban corriendo tras una pelota, lomos de toro, todo, pero todo y todos estaban en su contra.
A la mierda, maldito destino y la puta que te pario, hijo de perra, desgraciado estúpido, te maldigo y te mando al infierno, ojala me hicieras desaparecer, y tu maldito mentirosos dios y la conchetumare te pedí de todo corazón que me dieras una maldita oportunidad y así me respondes, ojala me mandes a otro planeta perro conchetumar…. Y mientras dijo esto, y veía la mujer que por esta semana era la de sus sueños, todos lo que lo escuchaban hablar enmudecieron por un instante al ver como desaparecía al frente de ellos y solo dejaba una especia de presencia hecha de humo que a la primera brisa se fue con el viento, y lo borro del plano material y de la mente de todos los que alguna vez creyeron haber conocido al perdedor más grande del mundo.

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